Comprar una casa en la Isla de Ré, es conocer y dominar el mercado inmobiliario. La inmobiliaria en la Isla es sobretodo un medio ambiente y la elección del pueblo, ya que comprar una casa en Portes en Ré al borde de la playa no es lo mismo que comprar una casa con vistas al mar en Saint Martin-de-Ré. Una casa en venta en la Isla de Ré no es solo una construcción o una superficie habitable, su precio no corresponde a estadísticas establecidas, sino que responde ante todo a un medio ambiente propio a cada pueblo y al placer del uso como la proximiadad de los comercios y de las actividades de ocio y de la vida corriente.
Las cifras del mercado inmobiliario de la Isla de Ré no es nada significativo debido a las numerosas variables que intervienen (la comuna, el estado de la construcción, el standing del equipamiento, la exposición y la claridad, la superficie de la parcela, los servicios como piscina, estacionamiento, los alrededores y el vecindario...) en la misma calle, dos casas de la misma superficie pueden venderse a precios que varian del simple al doble, una ofreciendo estupendos volúmenes, una exposición sudeste, un jardín con posibilidad para tener una piscina, confortables garajes para los carros, y la otra expuesta con menos sol, una distribución de las piezas a preveer y disponiendo de menos facilidades de uso o de equipamientos.
La Isla a sabido mantener un fuerte lugar dentro del mercado. Comprar una propiedad en la Isla de Ré es una inversión financiera y también un lucro para toda la familia y un verdadero valor de uso. En efecto desde hace algunos años, el mercado inmobiliario a reaccionado naturalmente y está constituido principalmente de propiedades independientes del sistema económico.
Primeramente, los compradores del pasado compraron con sus propios medios y con poca intervencion bancaria. Segundo, a causa de su independencia y la constitución de su patrimonio, la población propietaria sobre la Isla está raramente confrontada a vender, lo que alimenta la pobreza de los bienes sobre el mercado. Por fin, la restricción del desarrollo urbano han limitado la extensión de zonas para construir, conservando así las zonas naturales y limitando las zonas para la construcción de nuevos edificios. Todo dentro de un medio natural y protegido a unos cuantos minutos de la estación del TGV y del aeropuerto de La Rochelle.